Una de las características del enamoramiento es que creemos que, tanto nosotros como nuestro amor, permanecerá intacto hasta la eternidad. Sin embargo, nos guste o no, todo es una sucesión de cambios constantes. Una pareja se elige mutuamente en un momento particular de sus vidas, que los distingue por tener ciertos gustos, ideas y valores, así como conflictos y anhelos propios de la etapa en que se encuentran. En la relación se definen roles, tareas y modos de vincularse, donde cada uno se acomoda a las características del otro. Hasta que un buen día todo comienza a fallar y las insatisfacciones ya no pueden esconderse. Diferencias que antes no importaban, se transforman en incompatibilidades graves. Lo que antes hacía brotar lo mejor de cada uno, ahora envenena. Tapar el sol con un dedo no sirve. Estamos en crisis y hay que enfrentarla. Toda crisis, aunque parezca una amenaza, es expresión de crecimiento. De la vida que cambia y que nos cambia, y de la dificultad de irse poniendo al día el uno con el otro. Es señal clara de un desajuste que exige transformaciones. Cada relación personal que establecemos hace sacar a la luz algo de lo que somos. Una relación sacudida por una crisis no puede quedarse como estaba antes, porque se destruye. Muchos quizás no lo logren y busquen otro camino. Sólo deben estar conscientes de que esto no les evitará nuevas crisis.
1 comentario:
Deformada como me mate de risa con vos hhhhhhoi ++ teamo.
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