Lo miré y no supo qué hacer. Creo que me repudió por cómo lo hice. No importó el hecho, sino la manera en que fue dado. Esquivó aquel contacto visual en cuanto fue conciente de lo que éste mismo le transmitía. Y así, ignorar la realidad, siempre. Aquella que lo rodeaba y no podía evitar por mas que mucho qusiese. Siempre estaba ahí, intentando decirle algo; unas palabras, un gesto, una acción, o algo tan insignificante y a la vez profundo como puede ser una mirada. No era tan sólo mirar o ver, era decir. Y no le gustó lo que escuchó.
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